¿Por qué les cuesta tanto ser sinceros a los hombres? ¿Por
qué no te frenan los pies antes de que te veas inmersa en plena maratón para
conquistarles?
“-Sólo quiero follar.
-Ajá, tomo nota, sólo sexo.”
Se me vienen a la cabeza muchas situaciones que ahora resultan
graciosas, pero que en el momento no lo fueron tanto, de los típicos que te dan
gato por liebre. Que a ver, no digo yo que lo hagan a malas, más bien culpo a
la falta de pelotas para coger al toro por los cuernos, pero duele, pincha un
poquito, y lloras, te cabreas y les quieres partir la cara.
La última fue la del chico… llamémosle X, ninguna pareja
estable, parecía muy tierno. Múltiples encuentros, y remarco múltiples, planes
peli-manta, se dejaba el cepillo de dientes en casa, se traía el pijama (¿quién
coño saca hoy día el pijama de paseo para follar?) y le preparaba el desayuno
(diré en mi defensa que fue la única persona con que lo he hecho, y nunca más).
Me decían mis amigas “no tienes que ser tan hermética con los chicos, porque claro, ellos
no saben lo que puedes estar sintiendo”, vale, venga, sal un poquito del
caparazón, Ana: “me gustas”, “¿a sí?”, abrazo fuerte y mi cara desencajada en
la oscuridad. La versión cutre del “te quiero; gracias”. Oye, igual es que el
chico es tímido o más hermético que yo, quién sabe, ¡pero me abrazó fuerte
después! Quizás esa era su forma de responder.
Puede que sea cosa mía, que soy un poco trabada, pero creía,
consideraba, que después de más de un mes en ese plan… las ilusiones estaban
justificadas. ¡Zasca! Bomba de humo y posterior patadón al pedir explicaciones
del que ni siquiera pude defenderme porque me toco consolarle. ¿Hola? Me
gustabas, lo sabías y me estás hablando de otra tía, ¿te reviento o te
reviento?
Antes de ese hubo otro similar, acababa de salir de una relación
muy larga, “no, no busco nada serio, después de tanto tiempo quiero un poco de
libertad”, a ver, que puede que yo mezcle cosas y no me aclare bien, yo si
quiero un follamigo (que hasta donde me consta nunca he tenido uno, al menos
conscientemente) no le escribo todos los días, no le hago cumplidos del estilo
“¡me encantas! Amo tu forma de ser”, “no he pegado ojo en toda la noche porque
no podía dejar de mirarte”, “eres la persona más erótica y sensual que he
conocido nunca”, ¡ojo ahí! Que yo creo que cuando te pone una persona y te
gusta como es… ya son muchos muchos puntos para querer algo con tal persona
(yo, desde mi punto de vista, algo personal, igual para el resto del mundo no).
¡ERROR! Y otra vez, pasado un tiempo, me rompen mi burbujita privándome de
poderme defender y gritar a la cara como Dios manda, pues nada, oye.
Previos a estos están el que te dice que le encantas, acabas
conociendo a todos sus amigos, te lleva a reservados con ellos y con
prostitutas (tú acojonada, no vaya a ser que la gente piense mal) pero al final
resulta que se va a vivir a otro país, lo típico vamos.
La cosa, que todo es mucho más simple, ¿qué necesidad hay de
marear la perdiz? Que hablando las cosas, dejándolo claro, nadie sufre y nos
divertimos todos. Y es que aquí no acaba el drama de estas situaciones, en
primer lugar está el drama personal, en segundo lugar el drama para las amigas,
a las que también las toca cargar con un gran peso a sus espaldas.
Yo me propuse para este 2014 no enamorarme, bueno, yo no me
enamoro, más bien no encapricharme too much. De momento no he derramado lágrima
por varón en el mes que ha transcurrido de año. Pero estoy TAN harta de
escuchar historias de fantasmas que os juro que voy a empezar a cortarles la
cabeza y dejarlas expuestas en el portal con una nota aclarativa, “Si no tienes
la puta madurez suficiente para manejar una situación no cruces esta puerta ni
te acerques a mis amigas, o tu vida corre peligro”.
Pues eso, que hoy por ti mañana por mi, que a nadie le gusta
que le engañen vilmente, que si empieza a haber sentimientos de por medio las
cosas dejan de ser tan divertidas para una de las partes, y fomentarlos sin
interés alguno es de hijos de puta.
Cruzo los deditos para que ninguna de las personas
previamente mencionadas lea esto, y si lo leéis no me lo digáis nunca. Ya no os
guardo rencor, me resulta gracioso (reír por no llorar, dicen), pero en su día me sentó mal, fatal.
Pues eso, con un par. En el amor (o en el sexo), y en la vida en general, con
un par.