"Siempre fui muy madura para elegir la soledad, y de vez en cuando alquilar un buen amante podía ser muy excitante para la inteligencia, (...).
Entonces acudía al delirio, contratado el amante, me inventaba una trama, ardides incluidos, pero asumidos con sinceridad. En una palabra, fingía que me enamoraba, o quién sabe si mi otro yo amaba de verdad".
Me gustaba pensar que aún quedaba algo, y actuaba como si así fuese. Resultaba inmensamente más apetecible la idea de sentir una pasión irrefrenable, aunque doliese, que no sentir absolutamente nada. La realidad ha vuelto a hacer acto de presencia y me ha golpeado, tan fría como siempre, en la cara; me he encontrado de frente con mis demonios, con mis miedos, con eso que se supone que me hacía temblar, que ponía patas arriba mi mundo, con mi talón de Aquiles, blablabla... y parece ser que ya no queda nada. La función ya terminó, se bajó el telón y la sala se ha quedado vacía.
No me quedan historias que inventar, los antiguos protagonistas han pasado a mejor vida, no encuentro ningún digno candidato para el próximo acto y desde que me he vuelto una puta borde las previsiones no son demasiado alentadoras.
No busco una historia, busco una jodida ilusión y no sabéis cómo envidio a aquellas personas a las que realmente les resulta tan fácil encontrarla. Llevo tirando de archivo no sé cuanto tiempo pero ya no da más de sí.
Y la vida es terriblemente aburrida si no hay algo que pueda hacer que el suelo se remueva bajo tus pies.