Ella se levantó procurando hacer el menor ruido posible. Recogió sus cosas y dudó entre irse sin más o despertarlo y despedirse de él. Le arropó, le dio un beso y dejó que siguiese durmiendo.
Salió de la habitación. Buscó el ascensor; bajó los ocho pisos que la separaban de tierra firme. Encendió un cigarro y regresó hacia donde debería estar.
Allí estaban las demás, dormidas de mala manera sobre la cama. Aún vestidas y con el maquillaje sin quitar. Serían las 11 de la mañana.
Más tarde las podías ver desayunando, comentando; ella temblorosa y sonriente. Muy sonriente, como hacía mucho que no se la veía.
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