14 de diciembre de 2015

Aire.

"Siempre fui muy madura para elegir la soledad, y de vez en cuando alquilar un buen amante podía ser muy excitante para la inteligencia, (...).
Entonces acudía al delirio, contratado el amante, me inventaba una trama, ardides incluidos, pero asumidos con sinceridad. En una palabra, fingía que me enamoraba, o quién sabe si mi otro yo amaba de verdad".


Me gustaba pensar que aún quedaba algo, y actuaba como si así fuese. Resultaba inmensamente más apetecible la idea de sentir una pasión irrefrenable, aunque doliese, que no sentir absolutamente nada. La realidad ha vuelto a hacer acto de presencia y me ha golpeado, tan fría como siempre, en la cara; me he encontrado de frente con mis demonios, con mis miedos, con eso que se supone que me hacía temblar, que ponía patas arriba mi mundo, con mi talón de Aquiles, blablabla... y parece ser que ya no queda nada. La función ya terminó, se bajó el telón y la sala se ha quedado vacía.

No me quedan historias que inventar, los antiguos protagonistas han pasado a mejor vida, no encuentro ningún digno candidato para el próximo acto y desde que me he vuelto una puta borde las previsiones no son demasiado alentadoras.

No busco una historia, busco una jodida ilusión y no sabéis cómo envidio a aquellas personas a las que realmente les resulta tan fácil encontrarla. Llevo tirando de archivo no sé cuanto tiempo pero ya no da más de sí.

Y la vida es terriblemente aburrida si no hay algo que pueda hacer que el suelo se remueva bajo tus pies.


14 de abril de 2015

Nada más.

"Para empezar diré que es el final.
No es un final feliz, tan solo es un final,
pero parece ser que ya no hay vuelta atrás."


No hay mayor infidelidad que dedicar la misma canción a dos personas diferentes, pero qué culpa tengo yo si me venía de inmediato a la cabeza al pensarte. Omito dramas, te dedico media sonrisa y confieso que he sido feliz. Mi mejor arma para jugar a combatir la soledad.

He dejado las ganas durmiendo en tu lado de la cama pero me llevo las caricias a cuestas. Ahora me sobran horas y me trago miles de palabras que en su momento me faltaron con todas las cosas que te hubiese querido contar.

Me sacudo la pena. Nunca hablamos de echarnos de menos.

Siempre fui demasiado cobarde como para soltar al aire un "me haces falta", lo soy más aún cuando sé que eso no cambiaría nada, pero se me hacen interminables los cigarros sola e insufribles las mañanas sin verte. Echo de menos que me borrases el carmín a besos porque decías que estaba más guapa con los labios sin pintar, que me llamases cosas que sólo tú entendías, que me abrazaras por la espalda al levantarme de la cama y que me salvases tantas veces de morir atropellada.

Guardo un número al que sé que jamás voy a llamar. Nunca hablamos de futuro.


Pero es que él me daba la mano y no hacía falta más.