13 de agosto de 2013

Reset.

Aquí me tienes de nuevo, frente a una taza de café esperando a que me salga algo con cierta coherencia que decirte. Nunca se me ocurre nada cuando realmente lo necesito y se me enredan las piernas por debajo de la mesa, me toco demasiado el pelo y esquivo las miradas. Sería todo más fácil si te abalanzaras contra mi y me arrancases el vestido, que siempre se me han dado mejor los besos que las palabras.

Pero ahí estás tú, ausente, sin percatarte de lo que pasa por mi cabeza, sin importarte siquiera. Creyendo lo que quieres, pero no lo que es. Suponiendo mal.

Me muerdo los labios, enciendo un cigarro. Respiro el silencio, ese silencio que ocupa el lugar de lo que quería hablarte. Tú sigues sin inmutarte. A buen entendedor pocas palabras bastan, y cuando se trata de sentimientos pueden incluso omitirse, ¡venga, no me jodas! Que no estoy aquí enfrente tuyo haciendo el paripé por gusto. ¿Realmente quieres que pase a la tanda de preguntas embarazosas y declaraciones incómodas? Lo dudo.

Ya sabes, no me gusta el café, me pone nerviosa, tú me pones sin más. Sólo quería parecer formal, pero yo soy más de cañas y whiskys a todas horas, no de cafés, para qué te voy a engañar. Que... esto es lo que hay, lo siento si no doy para más. Me hacía falta poco para soñar.

Ahora hablaras de mí como lo hacías de ellas conmigo, encontraré a alguien que recorra con sus dedos mi espalda al menos un rato y ya será mañana.