17 de febrero de 2011

rostros

No puedo evitar una manía que tengo desde tiempo atrás de mirar a la gente, en el bus, cuando voy caminando por la calle, en la facultad... y preguntarme cómo será la vida de esas personas.

Hay rostros que me dan pánico. Me dan pánico al no transmitirme nada. De esos tan inexpresivos que al mirarlos tienes la impresión de estar mirando un ladrillo, una zapatilla. Inexpresivos, muertos.

Me gusta encontrarme con ancianos que aún tienen un brillo especial en los ojos y con surcos sobre la piel que te hacen plantearte todo lo que habrán vivido esas personas. Marcas de guerra. Señales de vida.

Los niños, aparentemente con la mayor inocencia del mundo, ya sea con una sonrisa en la cara o llorando, me transmiten serenidad (aunque sí, ya se que un niño llorando a lágrima viva puede llegar a sacar de quicio), esperanza... ¿ternura?

También me resulta muy curioso observar las caras de las parejas. Puede sonar muy cotilla, pero sí, me pregunto cómo serán las cosas ahí dentro. Tanto amor manifestado públicamente, esas caras embobadas mirándose mutuamente... ¿fachada? ¿o habrá sentimiento de verdad? Simple curiosidad.

Las madres. Los indigentes que van por la calle con todos sus bártulos. Los hombres con traje y corbata. La gente que camina con la cabeza agachada y que evita por todos los medios mirar a nadie de frente. Los grupitos de chicos de instituto a la salida de clase. Multitud de personajes que te cruzas en el día a día. Todos con su historia. Todos.

Y... ¿qué pensará la gente al verme a mi?

1 comentario:

Estela Rengel dijo...

Lo importante es lo que pienses tú cuando te mires cada día en el espejo. :)