30 de agosto de 2011

Recuerdos sobre papel mojado.

No podía evitarlo, pasaba las tardes sentada en las escaleras del porche esperando verle algún día girando la esquina o en mi habitación mientras el tocadiscos sonaba y me conducía al éxtasis en secreto, entre esas cuatro paredes. Dormía con una foto suya junto a la cama y rezaba todas las noches por verle otra vez. Por las mañanas, cuando llegaba el cartero mientras mi madre preparaba el desayuno, casi inconscientemente salía corriendo con la esperanza de que me trajese noticias tuyas. Nunca llegué a abrir una carta que él hubiese cerrado, a pesar de lo prometido.

El paso del tiempo me desesperaba, pero me acabé acostumbrando. Me acabé haciendo a la idea de que no volvería a saber de él, eran otros tiempos, no todo el mundo podía permitirse el cogerse un vuelo a la ligera y volverse a casa si las cosas se ponían feas. No había teléfonos móviles, ordenadores y mucho menos internet. Aún así me gustaba fantasear, pensar que me amaba mientras se acostaba con otras.

Han pasado muchos años, y no pasa día en que no me acuerde de él, aunque ya no esté aquí... En mi mente su mirada aún sigue estando viva, su mirada y todo su recuerdo. Hubo una vez que creí verle, cuando yo ya estaba casada y había tenido a mi primer hijo. No sé si él se daría cuenta, iba con aire desgarbado, con el pelo largo y gafas de sol. Para mi se paró el mundo, no recuerdo como reaccioné, creo que me quedé clavada en el suelo con la mirada fija en él mientras mi marido y el niño siguieron andando. Aquello supuso una discusión en casa aquella noche, pero yo jamás le comenté a él nada de lo sucedido en el pasado, no lo hubiera sabido aceptar.

Por qué me casé, te preguntarás, si estaba enamorada de otra persona. Ya te digo, que eran otros tiempos y la inocencia y la ilusión se fue marchitando, todas mis amigas tenían novio y en el pueblo tan pequeño en que vivíamos aún no se podía concebir que una mujer hiciese vida de soltera. Puede parecer una salida fácil, pero en absoluto lo fue. No es fácil dormir noche tras noche junto a un hombre al que no amas, al cabo del tiempo te acabas acostumbrando, y por momentos quieres creer que incluso lo estás llegando a querer, pero no, es costumbre, sólo eso. Guardábamos las apariencias y dábamos la imagen de una familia unida y feliz. No quiero decir con esto que tenga queja de él, era el marido ideal y el padre ejemplar. Todo hubiese sido perfecto salvo por el pequeño detalle de que nunca le amé.

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