11 de abril de 2012

Let it be.

Tengo un cenicero hasta arriba de recuerdos que me hablan de ti y me acabarán por matar. En mi antebrazo izquierdo me tatué "autodestrucción" a medida que iban pasando los años e iba perdiendo pedazos de corazón por el camino. No los labios más besados tienen porqué haber pronunciado una mayor cantidad de te quieros, ni he hecho el amor todas las veces que deshacía camas en compañía.

Que fuese reincidente, al caer siempre entre los mismos brazos, no significa que encabezaran mi lista de preferencias, si no que sabía que ellos estarían dispuestos a abrazarme. Ahogar las penas en alcohol no me ayudó a borrarlas, si no a fijarlas de manera permanente en mi cabeza.

No sé si prefiero el sabor agrio de una verdad que no quieres escuchar o la dulzura que te deja en los labios una mentira. Ser un kamikaze e implosionar tras haber llegado al éxtasis o vivir sin arriesgarme a palpar lo efímero de esta felicidad.

Temblar indistintamente mientras estudio mis errores o mientras recuerdo tu presencia. Encogerme sentada sobre las baldosas del baño y dejar que el frío me calme. Mirar la imagen difuminada que me devuelve el espejo.



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