27 de mayo de 2012

Cada milímetro de mi piel espera deseoso volver a sentir el roce de tus dedos. Mi boca roja emite un grito con la absoluta certeza de que será imperceptible para ti, y te pienso como si no hubiesen pasado los días, los meses y los hombres por mi. Cuanto dueles, y cuanto dolías...

Cuantas cosas hice que no debería haber hecho y que no habría hecho de no haber sentido semejante insatisfacción dentro. He perdido la cuenta de la de errores que me he bebido, de las noches que me he tirado frente a una copa medio llena, de las barras de bar conquistadas en soledad. De los hombres no deseados. He olvidado como era todo antes. Como era todo cuando todavía se podía decir que era un poco cabal. Cuando no me salía el llorar y me enorgullecía de ello.

Mi orgullo permanece enterrado, como siempre estuvo. Mi honor inexistente a estas alturas. Mis dudas razonables. Mi temor palpable. Tu supremacía se reitera, mi sumisión lo demuestra.

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