29 de mayo de 2012

Morning.

Anoche fue cuando todo se torció. Fue anoche cuando volvía a costar respirar, cuando volví a sentir esa horrible sensación de angustia, cuando la cabeza no era capaz de parar e inquieta no podía dejar de moverme de un lado a otro de la cama: boca arriba, de lado, boca abajo intentando ahogarme en la almohada... Deseaba que fuese invierno para quedar inmóvil bajo el peso de las mantas y no esa excesiva ligereza que llega con el buen tiempo.

Me levantaba de la cama, fumaba en la ventana. Me vinieron noches de hace tiempo a la cabeza, olían igual, tenían el mismo sabor, la densidad del aire era la misma. Eran idénticas salvo porque había pasado el tiempo y la inmutabilidad del escenario y sus condiciones no está presente en nuestras vidas, todo cambia demasiado deprisa, dando incluso vértigo si te paras a pensarlo.

Finalmente me dormí, no recuerdo bien que soñé. Igual es mejor. Las sensaciones al despertar no eran distintas a las del acostarse, eso es algo que me espanta. Siempre que me acuesto triste tengo la esperanza de que despierte con un buen día. Había salido el sol, pero... eso no ayudó. Se oía barullo en casa, y yo sólo deseaba dar media vuelta y poder seguir durmiendo, pero estaba demasiado despejada como para quedarme allí, acurrucada al borde de la cama.

La ducha es la mejor salida, el mejor método de escape en esa situación. Mientras estás bajo el agua no se cuenta como que has llorado, no se distinguen las lágrimas y los ojos rojos pueden ser perfectamente por culpa del champú.

Te desahogas, te tranquilizas, todo en paz. Vuelven a calmarse las cosas por dentro aunque sea momentáneamente, y ahí es donde tienes que aprovechar para hacer algo con tu vida mientras los sentimientos y las emociones te dan un poco de tregua. Hasta próximo aviso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Espera a que los vientos vuelvan a hinchar la vela :)