12 de mayo de 2012

Vivir.

Quitarme los tacones, dejarlos tirados en una esquina de la sala. Bailar descalza sobre la moqueta granate mientras el gin tonic se derrama a cada movimiento sin importarme lo más mínimo y la música suena. La música. Olvidarse de Leyes anti tabaco. Y reír, reír tanto hasta que salten las lágrimas, se te corra el rimmel y no puedas tenerte recta.

Los días post-concierto me matan, pero por momentos así merece la pena sufrirlos.

¡Vivamos!

1 comentario:

Irene dijo...

¡Bien dicho!