15 de julio de 2012

Sin título.

No hay calificación para definir aquello, lo hacíamos a nuestra manera, no había ataduras ni nombres. Cuando nos veíamos follábamos como locos, no éramos tan finos ni nos queríamos tanto como para hacer el amor. Yo bailaba en ropa interior, al ritmo de una música imaginaria, por la habitación. Tú me agarrabas por detrás, me tirabas en la cama y me arrancabas el sujetador. Nos reíamos, había complicidad. No necesitábamos decir nada para saber lo que venía después, nos bastaba con mirarnos. Nos borrábamos los labios, nos calmábamos las ganas.

No teníamos que guardar las formas ni que sobreactuar, como con otras personas, como con alguien a quien acabas de conocer. Podíamos hablar durante horas y de lo que fuese sin miedo a ser juzgados, podíamos ser nosotros mismos, el uno con el otro, cigarro tras cigarro, tirados en la cama.

Al día siguiente tú no hablabas de mi y yo no hablaba de ti, y no nos conocíamos fuera de las cuatro paredes de aquella habitación. En teoría no nos echábamos de menos, no nos queríamos, no hacíamos el amor.

No hay comentarios: