6 de febrero de 2014

Anécdotas conciertiles Vol. I.

A mi hay cosas que veo/vivo que me dejan un poco loca, tanto así que al cabo de un tiempo, cuando vuelve a reaparecer algo relacionado con ello me vuelven a la cabeza y me indigno, río, lloro o lo que proceda. Lo de esta vez fue de risas y perplejidad, una mezcla entre quedarte fría y descojonarte.

Todxs sabemos que los músicos tienen un no sé qué, qué sé yo, que hace un tilín especial, da igual la edad que tengas o tus preferencias musicales. Da igual lo más o menos conocidos que sean, tienen un rollo que les distingue del resto de los mortales y eso es algo de lo que todos nos hemos acabado dando cuenta.

Pues bien, hace un tiempo, después de un concierto, me topé con una señorita (no la vamos a privar de tal calificativo por mucho que le faltaran las formas) y mi intuición me dijo "atenta, que la noche va a dar de sí". No está bien bien generalizar, pero tengo ciertas reservas en lo que respecta a las nuevas generaciones. La cosa, que así sin venir a cuento y en mitad de una conversación músico-ella-yo (nosotros dos fumando, ella pasando frío), me soltó un ataque gratuito por haber ido, según ella, a "un colegio de pijos". No se puede empezar bien con alguien que sin conocerte te encasilla tan rápido y en base a nada, es inevitable ponerle una cruz bien grande en la cara, por bocas y falta de modales.

Me pongo a hablar con unos amigos, yo pensando "la vamos a tener", y vuelve ella, se me acerca, me coge la mano y me dice: "a ver, como creo que vamos a pasar toda la noche juntas porque se ha ido mi amiga creo que es mejor dejar las cosas claras desde el principio, ¿a ti quién te gusta? Porque a mi me da igual, si a ti te gusta uno yo voy a por el resto, que a mi me gustan todos". Mi cara un poema, y hombre, como yo no soy quién para privar a nadie de tener un objetivo u otro la di vía libre para que sacase todas sus armas con quien le diese la realísima gana. Diré que creo que hubiera sido mejor enfadarse con ella, porque desde ese momento me cogía de la mano para llevarme a rastras por todos  lados como si fuera su amiga de 18 años sin serlo, y yo para lo del espacio vital ya he dicho muchas veces que soy muy mía, y que me toquen o me agarren así por que sí no me hace ni pizca de gracia. Pues eso, la niña feliz y yo con semejante carga de la que poco a poco me fui desprendiendo.

Ya se dice, que en el amor y en la guerra todo vale, y aunque aquí no hubiese ni amor ni guerra por ningún lado yo lo extrapolo porque sí, porque me da la gana. Y ante la declaración anterior, que tan tocada me dejó, tenía la imperiosa necesidad de contarlo, y así fue. Que puede que no estuviese bien, que fuese muy sucio por mi parte, ¡pero qué narices! Que a mi me hizo mucha gracia y al resto de la gente también.

Todas nos hemos puesto pesadas alguna vez, yo la primera, que con alguna copa de más puedo ser el ser más cargante sobre la faz de la tierra (bueno, tanto tanto no), pero hay unos límites, si tú no dejas de agarrar a alguien y ese alguien no hace más que procurar soltarse no sigas, que la cosa pinta fea. Pero ella no lo veía, osease, los bailes que se traía el personal eran graciosísimos y yo me reía mogollón mogollón cuando ponían cara de "Diuuuus, que alguien venga a salvarme" (tengo documentos gráficos, pero mi hijoputismo tampoco es tan desmedido).

Y oye, que me resultaba envidiable la confianza que tenía la chica en sí misma, lástima que el físico no le acompañara. Y sí, sé que este comentario ha quedado muy de flipadísima, es lo que tiene no tener ni abuelas ni abuelos ni novio ni na' que te suban la moral.

Por si queda alguna duda, sí, se volvió a casa sola tambaleándose por medio de la calle y me dio una buena lección sobre lo que nunca hay que hacer y que hay que tener cuidado con quién presumes y de qué cuando no tienes ni repajolera idea de con quien estás hablando, pero ese ya es otro tema.



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