7 de noviembre de 2014

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Era magia, aquello era magia porque era de esas cosas que rara vez suceden. Era magia y nunca jamás nadie me quitará la idea de la cabeza. El fingir tanto sin siquiera hablarlo, el sentir tanto sin siquiera pensarlo. Y ahora nada, nada igual, nunca. ¿Y qué se supone que tengo que hacer yo cuando no encuentro nada que se le parezca? ¿Cómo se supone que tengo que seguir sobreviviendo? Te echo de menos. Nunca nada igual; ni parecido.

A veces te arriesgas y te juegas la vida, y poca gente es consciente de ello, y te toman por loca. Y la gente podrá decir misa, que hay miradas que dicen mucho más que las palabras, y yo me quedo con eso. Me quedé con eso. Y un día cualquiera te sorprendes escuchando a Chaouen y me recuerda a ti, que a fin de cuentas las cosas por las que te fuiste fueron las cosas que nunca te dije.

¿Y sabes qué? A ratos te olvido, pero después pasa lo de siempre, y siempre apareces. Dile al mundo que podría tener a quien quisiera en la palma de la mano, diles lo que me dijiste, vuelve tú, haz que me lo crea un poco. Y ahora mismo un poco de ti me hace falta más que nada, más que nadie.

Sálvame, me lo debes por todo lo que me mataste, por todo lo que pasé. Sálvame, por favor. Y quédate a dormir.



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